El lider ¿se hace o se nace?

Nota del editor: Nos complace ofrecer un extracto del libro Mejor liderar que mandar escrito por Jorge Cuervo y publicado por Libros de Cabecera.
—¿Y usted qué opina?
Cuando lanzo esta pregunta en mis cursos siempre constato división de opiniones, con un ligero predominio de quienes creen que el líder se hace. Parece lógico, ¡se trata de participantes en cursos de liderazgo! Quienes creen que el líder se hace entienden que el liderazgo se puede aprender, y es coherente participar en un programa formativo para conseguirlo. Pero lo verdaderamente curioso es que también asistan muchas personas que creen que el líder nace. Si se nace líder y usted ya lo es, alégrese, posee esa característica en propiedad para toda su vida. Por el contrario, si usted no lo es… ¿qué puede hacer?
—Bien, ¿y qué hace que una persona que piensa así se inscriba en un curso de liderazgo?
Quizás el liderazgo sea hoy un tema tan acuciante que genere curiosidad por sí mismo. Muchas personas buscan entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo e intuyen que explorando la vía del liderazgo pueden conseguir alguna luz. Me parece una intuición muy afortunada, porque desarrollar el liderazgo es profundizar en el conocimiento de las personas y, en especial, en el de uno mismo.
Históricamente la ciencia tampoco ha acabado de clarificar esta cuestión: cuando en la segunda parte del siglo XX llegó el boom de la genética, toda explicación partía de los genes; con el despegue de la inteligencia emocional en los años noventa del mismo siglo, todo parecía ser educacional y aprendido… Ahora parece que la tendencia dominante se sitúa, en mayor o menor grado, a medio camino.
Existe una amplísima corriente de opinión –en la que milito– que aglutina a quienes piensan que ambas cosas son ciertas: el líder probablemente nace con ciertas capacidades, que favorecen que en su primera infancia desarrolle una buena base para la autogestión y para la comunicación interpersonal, que luego durante su vida va enriqueciendo con aprendizajes y con experiencias… o no. Algo similar a lo que ocurre con otras capacidades más tangibles: hay personas que nacen más fuertes o más rápidas físicamente… y todos podemos ir al gimnasio. Grandes deportistas se iniciaron en su disciplina para superar una deficiencia física o una enfermedad, y también hay personas con facilidad, es decir, con talento.
Si llevamos el comentario a nivel sistémico –al grupo humano– quienes trabajamos el coaching de equipos no tenemos ninguna duda de que el liderazgo se puede desarrollar de una manera espectacular; simplemente, lo constatamos a diario. La experiencia demuestra que el punto clave no es solo que esté presente la figura de «el líder», sino de que en dicho grupo exista «potencial de liderazgo». Es decir, que en su seno realmente haya personas capaces de ejercer el liderazgo en un momento dado. Y el camino para conseguirlo es que el líder sea un verdadero creador de líderes, un sembrador de liderazgo. Para mí este es otro excelente indicador de la calidad del liderazgo, por supuesto claramente vinculado con la presencia de los dos citados anteriormente: los valores de la humildad y la generosidad.
Si usted dirige un departamento o una organización, ¿prefiere tener un solo motor –usted mismo– o disponer de muchos motores sinérgicos? La inmensa mayoría de los profesionales responden que prefieren lo segundo, pero… ¿cuántos lo practican? Aquí volvemos a toparnos con nuestro ego: si pienso que el liderazgo «es de mi propiedad», ¡no voy a preparar a otros para que luego «me lo quiten»! Ya me habré puesto en el camino que me llevará a ser, en vez de líder, un autócrata. Y es que el líder de buena calidad es un creador de líderes. Por el contrario, los líderes mediocres ven a los líderes potenciales como amenazas a su liderazgo y les cierran el camino.
Sirva este ejemplo para clarificar también algo importante: el líder no solo se hace, sino que también se deshace. Si pierde su conexión con el equipo, o su confianza, perderá asimismo el liderazgo. Por lo tanto, el liderazgo se hace, se aprende, se desarrolla… y también hay que cuidarlo, regarlo y abonarlo sin descanso.