La inversión financiera es complicada y arriesgada, ¿por qué no me limito a dejar mi dinero en cuenta corriente?

Nota del editor: Nos complace ofrecer un extracto del libro Guía para invertir tu patrimonio escrito por Francisco López y publicado por Libros de Cabecera.
Si no inviertes tu patrimonio financiero en activos que te proporcionen una rentabilidad que cubra o supere la inflación, esta producirá un efecto corrosivo sobre el mismo que con el paso de los años provocará una importante disminución del mismo. Habrás sacrificado tu nivel de vida, ahorrando y renunciando a llevar un nivel de vida más alto a cambio de un futuro mejor para ti y tus allegados, para nada.
La inflación afecta a todos los activos financieros, haciendo que con el mismo nivel de patrimonio puedas comprar menos cosas cada año.
Una inflación anual del 5% sostenida durante 5 años consecutivos implica que tu patrimonio financiero se reduzca un 18,55%. Y en 10 años un 37%. Es decir, cada 100.000€ quedarían reducidos a 63.000.
No tiene sentido no invertir. Debes buscar activos que produzcan una rentabilidad, aunque sea a costa de asumir un cierto riesgo. Como vengo repitiendo, siempre asumes un cierto nivel de riesgo cuando posees unos ahorros, un patrimonio financiero. Si lo atesoras en metálico, en billetes, el riesgo es que te lo roben o que se queme. Si lo depositas en un banco, de que quiebre, más allá de las garantías públicas que existan. Si lo inviertes en bonos, de que el emisor (sea un Estado o una empresa) quiebre y no te pague los intereses o no te devuelva el dinero. Si lo inviertes en acciones, de que reduzcan su valor por una mala evolución de los resultados de la empresa en la que hayas invertido, incluso puedes llegar a perder todo tu dinero si la empresa quiebra. Si lo inviertes en fondos alternativos, ya sabes que también puedes perderlo todo o parte si los proyectos en los que el fondo ha invertido no van bien o incluso quiebran.
Todo eso es verdad, pero solo quien se arriesga gana. Y la historia ha demostrado que quienes lo hacen con prudencia, siguiendo los consejos que estoy tratando de exponerte en este libro, siempre ganan si son mínimamente pacientes. Has de entender que la rentabilidad va unida al riesgo, y que de eso se trata: de entender y gestionar ese binomio. No me cansaré de repetirlo.
Si lo haces medianamente bien, no solo conseguirás compensar el desgaste de la inflación, sino que podrás vencerla, y tu patrimonio no solo mantendrá su valor en términos reales (es decir, descontando la inflación) sino que lo aumentarás, haciendo que la gestión de tu patrimonio lo haga crecer y cada año podrás comprar más cosas con el mismo. Es decir, puedes hacer de la gestión de tu patrimonio una vía de creación de valor.
Quítate el miedo y ponte a ello. Tú puedes.
Además, y por último, debes saber que la inversión financiera tiene un efecto positivo para la sociedad, porque ayuda a crear riqueza. Es un elemento clave del sistema capitalista en el que vivimos. Cuando compras un bono, una acción o una participación en un fondo alternativo, estás prestando tu dinero para que se construya una fábrica o una autopista, para que se cree empleo y riqueza en el mundo.
Está claro que el sistema financiero forma parte del sistema económico, social y político que hemos adoptado como comunidad de personas y países, y este sistema debe responder a unas reglas de respeto a las personas, a las leyes y al entorno. Y es verdad que existe una tensión entre el sistema financiero —que prima la iniciativa privada y la consecución del beneficio (porque estamos en un entorno capitalista)— y el sistema social, que impone unos límites, que son cambiantes en paralelo a la evolución de las prioridades sociales. El siglo XXI está experimentando esos cambios en muchos temas, como la igualdad de género, el respeto a los derechos de las minorías o la preservación del planeta, y esas nuevas prioridades deben imponerse a la actividad financiera y empresarial. Es algo que ya está pasando, quizás no al ritmo que todos quisieran, pero que es imparable. Y está llegando desde fuera de los actores financieros, con nuevas reglas e imposiciones a la actividad empresarial, y desde dentro, porque el propio mundo financiero (empresas, gestores, inversores, mercados…) lo están asumiendo. Se le ha puesto un nombre a ese nuevo entorno: ESG, las siglas de Environmental, Social y Governance. Es una nueva filosofía que está impregnando la actividad financiera a marchas forzadas (nunca mejor dicho), para asumir el cumplimiento de unos objetivos inaplazables del milenio, que llevan a actuaciones como:
- Eliminar las emisiones de CO2 a la atmósfera para frenar el calentamiento global del planeta
- Fomentar la economía circular
- Eliminar en la cadena de valor de todo producto o servicio todo aquello que tenga impacto medioambiental negativo
- Garantizar el respeto a las leyes: laborales, medioambientales y fiscales
- Repudiar la corrupción
- Asegurar el respeto a la igualdad de género
- Eliminar la explotación de menores
- Desarrollar el capital humano
Hay fondos que ya se declaran específicamente ESG, pero eso será algo transitorio, porque en pocos años no habrá actividad financiera que no sea ESG. Ya hay multitud de empresas y gestores de fondos que asumen al 100% esa filosofía y limitan su actividad a ese ámbito. Y los inversores son los primeros, empezando por la mayoría de fondos institucionales.
Y, por último, pero no menos importante, los ciudadanos del mundo, convertidos en consumidores, están exigiendo ese cumplimiento a las empresas con las que contratan.